(Nota: esta pequeña hestoria ta dedicada a tolos que ven nes montañes dalgo más que deporte, especialmente a Fernando y Ricardo Miyar: sin ellos, pa nos los Picos d´Europa nun sedríen lo mesmo)
En Cast: Está claro que viajar antaño no era como ahora y nuestro personaje estuvo otros dos largos años ansiando regresar a los Picos. Para colmo, este intento de 1855 al Llambrión terminó en fracaso. El año siguiente, 1856, será el bueno, eso si, con exploración científica por el desfiladero del Cares primero. El 11 de Agosto sube a dormir a la hermosa Vega de Liordes, para el amanecer del día siguiente pasar por los Tiros de Casares y la Collada Blanca, alcanzando el glaciar del H.oyo Tras Llambrión, hoy inexistente, donde, a pesar de ser verano, la expedición tiene que tallar escalones en el hielo (¿quién niega el cambio climático?). A media mañana llegan a la cima: ya está en lo más alto. En cuanto recupera el aliento, mira: al Sur (foto inicial), Salinas, buen recuerdo de campañas anteriores, pero, al Norte (segunda imagen), una enorme masa caliza arroja negras sombras sobre su felicidad. Rápidamente, coloca el aparato de medir y la decepción se hace realidad: por unos metros, unos pocos metros, seis, “en rigor, no había subido a lo más alto, que era a lo que yo aspiraba”. Casiano, no volvió a los Picos, pero seguro que en los rojizos atardeceres y en las noches estrelladas soñaba que medía las montañas y el mundo desde aquella lejana cumbre del Torrecerredo.
(Nota: esta pequeña historia está dedicada a todos los que ven en las montañas algo más que deporte, especialmente a Fernando y Ricardo Miyar: sin ellos, para nosotros los Picos de Europa no serían lo mismo)
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